Paisaje con iglesia, Algorta, h. 1905

Francisco ITURRINO (Santander, 1864 - Cagnes-sur-Mer, Francia, 1924)
- Óleo sobre lienzo -
40 x 50 cm

De origen vasco, se fue a vivir a Bilbao, donde el futuro artista recibía clases de dibujo de su tío Elviro González. En 1883 marchó a Lieja (Bélgica) para cursar Ingeniería y después se trasladó a Bruselas. En 1895, Iturrino se instalaba en París por algún tiempo, y asistía allí al estudio de Gustave Moreau, donde conoció a Henri Matisse (con quien pintará en Sevilla en 1910 y 1911 y viajará más tarde a Marruecos). En 1901 expondrá treinta y seis obras en la Gallerie Vollard, de la capital francesa junto con Pablo Picasso.

En este primer período parisiense hasta el final del siglo se puede distinguir la influencia de Renoir y Toulouse-Lautrec y luego un estilo más personal, cercano a los nabis. En 1899 se establece definitivamente en París, donde vivirá hasta 1914, con estancias en España (en Salamanca, Andalucía o el País Vasco). En 1901 expone junto a Pablo Picasso una notable muestra de su obra en la galería de Ambroise Vollard (donde volverá a exhibir su pintura en años sucesivos). El año siguiente abre taller en Sevilla, junto al de Zuloaga, quien dejará huella en su obra. A partir de 1904, bajo la influencia de los fauves, produce sus cuadros de luz y color más desbordantes: andaluzas, escenas de flamenco y toros, jardines, bodegones y retratos...

En los primeros meses de 1905, Iturrino vuelve a París para llevar algunas obras al marchante Vollard. Luego visita el País Vasco, donde meses después instalará su estudio en Motrico (Guipúzcoa). A este período corresponde este paisaje de Algorta. Iturrino había llegado a París en 1895, precisamente el año de la primera gran retrospectiva Cézanne, organizada por Vollard, y no escapó a la conmoción que aquella muestra produjo. La influencia de Cézanne persiste especialmente en sus cuadros de bañistas y en sus paisajes del País Vasco (1905-1908). En esta pintura, la vegetación está plasmada con la pincelada constructiva en diagonal característica de Cézanne, aunque algo más fundida que en el maestro de Aix. Como en Cézanne también, la alternancia de áreas de colores cálidos y colores fríos permite construir los volúmenes en el espacio. (Texto de Guillermo Solana Díez, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 362).