Baldomero Espartero, Príncipe de Vergara, Duque de la Victoria, 1842

Antonio MARÍA ESQUIVEL (Sevilla, 1806 - Madrid, 1857)
- Óleo sobre lienzo -
90 x 60 cm

Baldomero Espartero (1793 - 1879) fue un símbolo permanente para los liberales españoles del siglo XIX tanto por su decidida lucha continua en defensa de la libertad y soberanía popular como por su espíritu de superación que le llevó desde la modesta condición de hijo del carretero de Granátula (Ciudad Real) a Príncipe de Vergara con tratamiento de Alteza Real. Para alcanzarlo, sigue el único camino posible entonces, enrolarse en el ejército. Aprovecha para ello la guerra de la Independencia, si bien no descuida su formación, obteniendo en 1812 el grado de subteniente. Pasa luego a América con el ejército de Morillo, compaginando las acciones militares con la difusión de sus ideas liberales que le llevan a intentar proclamar en Perú la Constitución de 1812.

Ya de regreso en España va a defender incondicionalmente la causa isabelina, participando en la primera guerra carlista con acciones tan decisivas como la batalla de Luchana que le vale el título de Conde del mismo nombre, el levantamiento del sitio de Bilbao o la firma de la paz con el General carlista Maroto, sellada con el "Abrazo de Vergara", que le supone un nuevo título, Duque de la Victoria.

Su triunfo en la guerra le lleva hasta la Presidencia del Consejo de Ministros. Sus ideas progresistas chocan con las de la Reina Gobernadora que se ve forzada a abdicar en beneficio del propio Espartero que es proclamado Regente (1840). Su falta de tacto político y la actuación de la camarilla de incondicionales que le rodea, los llamados Ayacuchos, provocan el descontento de parte del ejército y el levantamiento de ciudades como Barcelona (1842), reprimido sanguinariamente. El pronunciamiento de Narváez y Serrano en 1843 obliga a Espartero a exiliarse a Inglaterra, regresando a España en 1849 para vivir retirado de la política en Logroño, renunciando incluso a la corona que le ofrece Prim después de la expulsión de los Borbones en 1868. Sin embargo, su aura no decae y D. Amadeo de Saboya le concederá el título de Príncipe de Vergara.

El autor del retrato, el pintor sevillano Antonio María Esquivel, es uno de los pintores más característicos de la pintura romántica española. Tiene una vida paralela a la de Espartero pues, aparte de su ardor liberal -luchó valerosamente en la defensa del Trocadero en 1823-, gracias a su esfuerzo logró superar todo tipo de desgracias y adversidades desde su temprana orfandad hasta la afección herpética que a punto estuvo de dejarle ciego en 1839, llegando a ser uno de lo pintores más considerados de la Corte, capaz incluso de enfrentarse al clan de los Madrazo.

En los retratos Esquivel se muestra más a gusto cuando se ocupa de personajes anónimos, niños o amigos, mientras que cuando sus modelos son aristócratas o altos dignatarios, éstos parecen acartonados y distantes. Es el caso del presente retrato -réplica, aunque no tenga el mismo formato, del de la Diputación de Cádiz, firmado en 1841, de cuerpo entero y típico fondo de paisaje- en le que la reproducción minuciosa de las cruces y condecoraciones con su caraterística pincelada lisa y fundida, o la dureza y sequedad del rostro, no ocultan, sin embargo, la pasión y el espíritu decidido de Espartero con una expresión de melancolía y cierto tono dramático muy romántico que ayudado por el formato y fondo neutro, le confiere un cierto grado de intimidad y cercanía al espectador bastante mayor que el que proporciona el modelo gaditano. (Texto de Jesús Gutiérrez Burón, dentro del libro "El Arte en el Senado", Madrid, 1999, pág. 194).