Sultán Soliman, s. XVII

ANÓNIMO, escuela italiana
- Óleo sobre lienzo -
176 x 90 cm

Este cuadro junto con otro de la misma serie, aparecen citados por vez primera en el catálogo del Senado de 1917, en el que se afirma que proceden de la Casa de Altamira. Este datos nos hace suponer que, quizá, pudieron pertenecer al Marqués de Leganés, quien debió reunir no sólo retratos de militares sino también efigies representativas de gobernantes.

En esta ocasión el protagonista, es un sultán, denominación que se daba al representante de la autoridad entre los musulmanes. A partir del siglo XI el término Sultán se convirtió en el título personal de los soberanos y fue el de mayor importancia después del de califa, siendo adoptado por los dirigentes de varios países, fundamentalmente después de la caída del califato de Bagdad. Lo ostentaron también los mongoles, los otomanos y todos los soberanos de Turquía.

El Sultán de Solimán, es uno de los personajes más relevantes de la historia del siglo XVI. Solimán II, llamado "El Magnífico" por los occidentales y "El Legislador" por los orientales, nació en Szeged (Hungría) en 1496 y se convirtió en sultán otomano en 1520, dignidad que ostentó hasta su fallecimiento en 1566. Sucedió a u padre Selim I y tomó parte personalmente en numerosas campañas militares. en 1521, aprovechando la rivalidad entre Carlos V y Francisco I tomó Belgrado, cinco años después derrotó al rey de Hungría en la batalla de Mohács, posteriormente tomó Buda y en 1529 asedió Viena. En 1532 fue derrotado en el Mediterráneo por el Emperador, dirigiendo entonces sus operaciones militares hacia Persia, conquistando las ciudades de Tabriz y Bagdad. Desarrolló también una importante labor como legisladr, lo que se reflejó en la organización de su ejército y en la prosperidad de los territorios que estaban bajo su mando. Impulsó la actividad constructiva en Constantinopla, en la que propició la construcción de acueductos y numerosas mezquitas, convirtiendo además a la ciudad en un influyente foco intelectual.

El personaje aparece sentado de frente al espectador, a la oriental, moda que también impera en su traje de ricas telas, decoradas con originales motivos vegetales, y en el gran turbante que cubre su cabeza. La variedad y brillantez de los colores contribuye a acentuar la plasticidad del cuerpo, intensamente destacado sobre el oscuro fondo, y el carácter exótico del retrato, en el que se pretende plasmar el lujo propio de las culturas orientales. En él no se trata de representar la auténtica imágen del protagonista, sino, como ya se ha comentado, crear una representación "casi" simbólicade este soberano oriental, el cual, para ratificar su condición de tal, lleva un estilizado cetro. (Extracto del texto de Trinidad de Antonio, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, págs. 84 y 85).